Fundación SHE - "laCaixa"
El humo del tabaco, directo al corazón

Compartir

El tabaco es la causa responsable de entre el 20 % y 25 % de los trastornos cardiovasculares. Y es que fumar perjudica la salud en general y el corazón en particular, ya que el humo del tabaco puede atacar por distintos frentes: desde el funcionamiento interno de este órgano, hasta el empeoramiento de la circulación sanguínea. Conoce cómo afecta el humo del tabaco a tu sistema cardiovascular.

¿Por qué aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular cuando fumamos? 

El tabaco, junto con las más de 4.000 sustancias químicas que lleva un cigarrillo, actúa por distintos mecanismos. Entre los efectos más agudos sabemos que el tabaco puede producir trombos (taponamientos de arterias que dificultan el riego sanguíneo) que, a su vez, pueden producir infartos cerebrales o de miocardio. Fumar de forma continuada acelera el envejecimiento y la degeneración de las arterias y puede derivar en una ateroesclerosis y adelantar los factores de riesgo cardiovascular.

¿Y qué ocurre en nuestro organismo cuando inhalamos el humo del tabaco? 

  • Menos oxígeno para que el corazón funcione bien:

Fumar reduce la concentración de oxígeno en la sangre, por lo que el corazón debe hacer un esfuerzo adicional para seguir funcionando con normalidad.

  • Venas y arterias más estrechas y menos flexibles:

La acumulación de colesterol en las paredes internas de las arterias provoca un estrechamiento y endurecimiento de las mismas que, además, comporta un aumento de la presión arterial.

  • Sangre más espesa:

Fumar puede hacer que la sangre se espese y aumente la probabilidad de que se formen coágulos.

El corazón de las mujeres es más vulnerable al humo del tabaco por lo que, si son fumadoras, aumenta la posibilidad de que sufran un ictus. 

El humo “de segunda mano” afecta al corazón de igual modo. 

El humo ajeno es una de las causas más prevenibles de enfermedad arterial coronaria y de infarto agudo de miocardio, junto con la obesidad y el sedentarismo. Alejarse de los espacios con humo aleja, a su vez, el riesgo de sufrir cardiopatías. Según estudios realizados por la Clínica de la Universidad de Navarra, el humo inhalado por el fumador pasivo contiene tres veces más nicotina y alquitrán que el que inhala el propio fumador. Curiosamente, en personas menores de 45 años y mayores de 75 años, la cardiopatía isquémica muestra el mayor grado de mortalidad atribuible al tabaquismo, mientras que las personas de entre 46 y 75 años, en su mayoría, mueren por cáncer de pulmón.

Avanzar hacia un mundo sin tabaco debería ser un objetivo prioritario, sensibilizando a la población y evitando que nuevos fumadores incorporen un hábito que ha demostrado ser nocivo a todas luces. Deberíamos tomar consciencia de que la nicotina del tabaco es una sustancia altamente adictiva y que, a efectos de dependencia, es lo mismo consumir cigarrillos convencionales que electrónicos. 

Los efectos positivos de abandonar el tabaquismo se notan tan solo al cabo de unas horas de dejar de fumar. Ocho horas después del último cigarrillo, el oxígeno en sangre aumenta hasta niveles normales. Pasado el primer día empieza a disminuir el riesgo de ataque al corazón y, a partir de los quince días, la circulación y la respiración mejoran sensiblemente. Con todos estos beneficios a la vuelta de la esquina, ¿quién no piensa que merece la pena dejarlo?

Fuentes y más información en:

fundaciondelcorazon.com; escardio.org; cdc.gov; Universidad de Navarra

Imagen: Pixabay