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¡Disfruta de la vida! El optimismo puede protegerte.

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Una combinación de optimismo, esperanza, satisfacción y autoconfianza podrían mezclarse en un cóctel medicinal a gusto del sistema cardiovascular. Tras múltiples observaciones de casos reales, se ha observado que tales sentimientos y sensaciones podrían contribuir a la prevención de las enfermedades como el ictus o el infarto. Los científicos investigan sobre la relación existente entre el estado de ánimo y la salud a través de la Biología de las emociones. ¿Sabes en qué se basan?

La relación entre las emociones positivas y la salud es un tema polémico, en el que no siempre coincide la comunidad científica. Lo que sí sabemos, es que los estados de ánimo negativos llevan a adoptar conductas poco saludables y, por el contrario, cuando alguien se siente feliz, tiende a cuidar su alimentación, a no consumir tóxicos como el tabaco o el alcohol, y a preocuparse por su estado físico. Sin embargo, tales hechos no explican, por ejemplo, que el riesgo cardiovascular siga siendo más elevado en personas deprimidas incluso cuando no fuman, ni beben, ni presentan sobrepeso. Así que debe haber algo más, algo relacionado con el estado de ánimo, que ejerza una influencia directa sobre la salud.

En un estudio publicado por la Asociación Americana de Psicología (APA), que siguió la trayectoria vital de más de siete mil individuos durante casi cinco años, se llegó a la siguiente conclusión: aquellos sujetos más vitales, entusiastas, esperanzados, comprometidos y capaces de hacer frente a las tensiones de la vida veían reducido el riesgo de cardiopatía coronaria incidente de forma notoria. El efecto protector de las emociones positivas fue similar entre hombres y mujeres, independientemente de sus hábitos. Así pues, se deduce del informe que las emociones negativas son la mitad de la ecuación, la otra mitad la forman las emociones y los sentimientos positivos, como posibles generadores del bienestar físico.

Una posible explicación podría hallarse en la bioquímica del organismo. Los estados de ira y los episodios de ansiedad pueden llegar a alterar la estabilidad eléctrica del corazón, a acelerar la aterosclerosis y aumentar la inflamación en el organismo. Del mismo modo actúan las llamadas hormonas del estrés, como el cortisol, los andrógenos o las catecolaminas (la adrenalina y la noradrenalina), que pueden ejercer una influencia nociva en la salud. También existen sus homólogas positivas, las descritas como hormonas de la felicidad, como la dopamina, la serotonina o las endorfinas, que segregamos cuando experimentamos sensaciones agradables y placenteras, y que contribuyen a mantener el organismo en equilibrio.

Algún día llegaremos a entender la auténtica naturaleza de los procesos bioquímicos y obtendremos las claves de cómo funciona la salud y qué provoca la enfermedad. Lo más aconsejable, de momento, es centrarse en ser positivo.

Alan Carr, en su libro Psicología positiva (2004, p. 39-40), realiza una síntesis de diversos autores sobre las estrategias con evidencia científica para potenciar la felicidad. A continuación ofrecemos un resumen de esas estrategias:

  1. Mantener el contacto con la familia extensa.
  2. Mantener unas pocas amistades cercanas.
  3. Disfrutar periódicamente de buen tiempo.
  4. Vivir en un ambiente donde hay música agradable y arte.
  5. Mantener una buena salud.
  6. Realizar ejercicio físico regularmente.
  7. Comer alimentos de calidad con moderación.
  8. Descansar, relajarse y tomar vacaciones con moderación.
  9. Hacer actividades recreativas cooperativas con grupos de amigos (por ejemplo, música, danza o deporte).
  10. No compararse con las falsas imágenes de los medios de comunicación.

Fuentes y más información: School of Public Health, Harvard University; La ciencia de la Salud (Ed. Planeta)

Imagen: pixabay